Lo que es urgente para tí, no lo es para los demás
La urgencia es una ilusión que sólo tú puedes imponer
Hace unos días, vi a alguien escribir “Es urgente” en un mensaje a las 8 p.m. de un domingo. A las 10 a.m. del lunes siguiente, aún no tenía respuesta. Y se quejó. Dijo que no entendía cómo podían dejarlo esperando con algo tan importante.
Aquí va la verdad incómoda: lo que es urgente para ti, no lo es para los demás.
Tu plazo, tu crisis, tu prioridad… son tuyos. Nadie más vive en tu cabeza, ni siente tu presión, ni carga con tus consecuencias. Y aunque te duela, el mundo no gira alrededor de tu timeline.
Si pides ayuda, estás haciendo una petición, no emitiendo una orden. No puedes exigir que alguien detenga su día, abandone sus tareas o sacrifique su paz mental porque a ti se te acumularon las cosas.
Peor aún: muchas veces llamamos “urgente” a lo que en realidad es “mal planificado”. Queremos soluciones inmediatas para problemas que vienen gestándose desde hace semanas. Y después nos indignamos cuando otros no saltan como si fuera fuego en el edificio.
La empatía existe. La colaboración también. Pero ambas tienen límites. Y uno de esos límites es entender que cada persona administra su tiempo, energía y prioridades bajo su propio criterio.
Así que antes de etiquetar algo como urgente, pregúntate: ¿realmente lo es? ¿O simplemente necesito que lo sea para evitarme las consecuencias de mi propia gestión?
Y si realmente necesitas acción inmediata, prepárate: ofrece contexto, sé claro con lo que necesitas, y acepta que la otra persona puede decir que no. O peor: puede simplemente no responder. Porque también tiene derecho a eso.
La madurez profesional no está en exigir respuestas rápidas. Está en gestionar expectativas, planificar con sentido común y respetar el espacio ajeno.
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