Los Gigantes Tambalean: Lo que Nadie Ve Detrás de los Sistemas “Inquebrantables”
Desde fuera, las grandes corporaciones parecen fortalezas digitales: infraestructura impecable, equipos de élite, procesos certificados y planes de contingencia para cualquier escenario. Pero basta con asomarse un poco para descubrir que, en muchos casos, todo se sostiene con cinta adhesiva, café de madrugada y el esfuerzo heroico de unos pocos.
No es raro que, en pleno Cyber Monday, una tienda online colapse durante horas. ¿La causa? No fue un ataque cibernético ni un pico impredecible de tráfico. Fue que nadie probó el flujo de pago con el nuevo proveedor de pasarela. El equipo técnico lo advirtió semanas antes, pero la prioridad era “cumplir con el cronograma de marketing”, no con la estabilidad del sistema.
Otro ejemplo: una reconocida aerolínea canceló cientos de vuelos durante la temporada alta no por mal tiempo, sino porque su sistema de asignación de tripulaciones —un legado de los 90— no soportó un cambio menor en las reglas laborales. ¿Sabes cuál fue la solución temporal? Una hoja de cálculo compartida por WhatsApp. Sí, en pleno 2025.
Estas no son excepciones. Son síntomas de un patrón sistémico: en muchas empresas grandes, la política interna, los egos y las métricas superficiales pesan más que la solidez técnica. Se invierte millones en campañas de marca y en “transformación digital”, pero se recorta en ingeniería de calidad, en pruebas reales, en documentación, en redundancia. Y cuando algo falla, el discurso oficial siempre es el mismo: “todo está bajo control”, “se activaron los protocolos”, “gracias por su paciencia”.
Mientras tanto, los equipos reales trabajan contra reloj, parchando sistemas que nunca debieron entrar en producción en ese estado. No por incompetencia, sino porque el sistema los obliga a elegir entre hacerlo bien o hacerlo a tiempo. Y en ese dilema, casi siempre gana lo segundo.
No se trata de culpar a los ingenieros o a los operativos. El problema está más arriba: en la cultura que premia los resultados visibles y castiga las advertencias técnicas. En la ilusión de que la escala garantiza la resiliencia, cuando en realidad solo amplifica los errores.
Quizás sea hora de dejar de fingir que todo funciona como un reloj suizo. Porque mientras sigamos celebrando los lanzamientos y ocultando los apagones, seguiremos construyendo castillos sobre arena… con WiFi gratis.
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