La suerte es cuando se juntan la oportunidad con la preparación
Hace años escuché una frase que se repite como mantra en conferencias de motivación: “La suerte es cuando se juntan la oportunidad con la preparación”. Suena bien. Inspira disciplina, constancia, trabajo silencioso detrás de cámaras. Pero hoy me pregunto: ¿y si esa idea, por muy noble que parezca, nos está haciendo responsabilizarnos de algo que no siempre depende de nosotros?
Claro, hay valor en estar listo. Estudiar, practicar, levantarse temprano, leer libros de liderazgo, invertir tiempo en habilidades blandas. Todo eso importa. Pero también importa reconocer que no todos parten de la misma línea de salida.
Tomemos el caso de Sofía, una joven de 28 años, egresada de una universidad pública, con un promedio brillante y dominio de tres idiomas. Aplica a más de 200 vacantes en empresas de tecnología durante seis meses. Recibe solo dos entrevistas. Ninguna contratación. Mientras tanto, un compañero de clase —con menos experiencia y peor desempeño académico— consigue trabajo en una multinacional a la tercera semana. ¿Por qué? Porque su tío es socio de uno de los directores. No es mala suerte. Es red de contactos.
Ahora pensemos en Andrés, un diseñador gráfico autodidacta que construyó un portafolio impecable desde su pequeño pueblo. Pasa horas aprendiendo software, comparte sus proyectos en redes, recibe halagos. Pero cuando postula a agencias en la capital, le responden que “buscan otro perfil”. Tras insistir, descubre que muchos puestos ya están ocupados antes de ser publicados —se los ofrecen internamente o a conocidos. La preparación no fue suficiente. Faltaba acceso.
Estos ejemplos no niegan el valor del esfuerzo, pero exponen una realidad incómoda: muchas puertas no se abren solo con talento, sino con pertenencia. A veces, el apellido, la ciudad donde naciste, el colegio al que fuiste o incluso tu aspecto físico (sí, sigue siendo relevante, especialmente para mujeres en industrias como el entretenimiento, la moda o las ventas) marcan diferencias que ni toda la preparación del mundo puede compensar.
Entonces, ¿qué hacemos? ¿Dejamos de esforzarnos? Al contrario. Lo que debemos hacer es doblegar ese esfuerzo: prepararnos, sí, pero también atrevernos a crear nuestras propias oportunidades. Las grandes empresas no nacieron porque alguien esperó a que le dieran una chance. Nacieron porque alguien dijo “yo lo hago”, sin permiso, sin garantías.
Pero también necesitamos exigir sistemas más justos. Que una persona no dependa de un contacto para demostrar su valía. Que el currículum no sea un filtro social. Que las oportunidades no se distribuyan como favores entre círculos cerrados.
No basta con estar listo. También hay que romper el juego. Y mientras más gente lo haga, más cerca estaremos de que la “suerte” deje de ser un privilegio y se convierta en algo que cualquiera pueda alcanzar —no por quién conoce, sino por lo que sabe, por lo que crea, por lo que se atreve.
#Oportunidad #Mérito #RedesDeContacto #EquidadLaboral #Emprendimiento #MovilidadSocial #TalentoyAcceso
Deja tu comentario
Su dirección de correo electrónico no será publicada.
0 Comentarios