¿Por qué celebramos si no estamos realmente contentos con lo que logramos?

Hoy en día, parece que ningún logro cuenta si no es acompañado de una fiesta, una publicación o una validación externa. Se aprobó el examen de conducir, y se montó una celebración digna de un campeonato mundial. Se viajó a un país exótico, y se inundó el feed con fotos panorámicas. Se cerró un proyecto clave en el trabajo, y se organizó un brindis con colegas. Todo suena normal, incluso saludable… hasta que te das cuenta de que, en el fondo, muy pocos están celebrando el logro en sí. La mayoría celebra la posibilidad de que alguien más lo vea celebrar.

Hace poco presencié una situación reveladora. Una persona logró algo que le había costado meses de esfuerzo: aprobó su examen práctico de conducir. Con entusiasmo, organizó una reunión con amigos, compró comida, bebida, y armó una noche entera de música y alegría. Pero en medio del bullicio, algo llamó la atención: nadie, de forma espontánea y sincera, le dijo “felicidades por lograrlo”. No hubo un reconocimiento genuino ni una palabra que lo animara a mirar hacia adelante. En cambio, la conversación pronto derivó en logros ajenos: “yo ya tengo mi auto”, “yo viajo solo desde los 18”, “yo aprendí a manejar en una semana”. El protagonista de la noche terminó siendo un telón de fondo para los demás.

Y no es que no pueda haber alegría colectiva. Al contrario: compartir logros puede ser hermoso. El problema comienza cuando la celebración se convierte en una necesidad de aplauso más que en una expresión interna de satisfacción. Cuando lo que realmente importa no es haberlo conseguido, sino que los otros sepan que lo conseguiste.

Lo mismo ocurre con los viajes, las certificaciones, los ascensos o incluso los simples hitos personales. Hay quienes viajan a Egipto, no porque siempre soñaron con caminar entre las pirámides, sino porque necesitan una foto que demuestre que estuvieron allí. Luego se frustran si nadie reacciona a esa publicación, como si la experiencia hubiera perdido valor por falta de likes. Pero si la experiencia misma no fue suficiente, ¿qué la hizo valer la pena desde el principio?

En el ámbito profesional, la tendencia es aún más evidente. Es común escuchar en reuniones informales cómo alguien relata su último logro: un curso terminado, un bono recibido, un proyecto entregado. Pero detrás de esas palabras suele haber más deseo de comparación que de autenticidad. Rara vez se escucha: “Estoy orgulloso porque esto me acerca a quién quiero ser”, y sí con frecuencia: “Mira lo que logré, y tú, ¿qué has hecho?”.

Yo he aprendido a celebrar mis logros en silencio. No porque crea que merezcan menos atención, sino porque su valor no depende de la reacción ajena. Cada meta cumplida la anoto en una lista personal, le doy su lugar, y sigo adelante. Ese gesto sencillo me mantiene centrado, me recuerda por qué hago lo que hago, y me libera de la trampa de buscar constante validación. Porque, al final del día, la verdadera motivación no viene de afuera. Si viene de afuera, es frágil; si viene de adentro, es duradera.

Hay algo profundamente inquietante en una cultura que convierte cada pequeño avance en un espectáculo. No porque celebrar sea malo, sino porque cuando lo hacemos solo para ser vistos, nos desconectamos del sentido mismo del esfuerzo. Nos acostumbramos a depender del reconocimiento ajeno para sentirnos válidos, y eso nos vuelve vulnerables. Cualquier silencio, cualquier like que no llega, cualquier persona que no celebra con nosotros, se transforma en una amenaza a nuestra autoestima.

Pero la autoestima real no se construye con likes ni aplausos. Se construye con consistencia, con disciplina, con la capacidad de reconocer que hiciste algo valioso, aunque nadie más lo note. Celebrar tus logros en privado no es egoísmo, es madurez. Es entender que el valor de lo que haces no necesita testigos para existir.

Así que la próxima vez que cumplas una meta, antes de armar una fiesta o publicar una historia, pregúntate: ¿estoy contento con esto por lo que significa para mí… o solo porque quiero que otros lo vean? La respuesta te dirá más de ti de lo que imaginas.

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