
¿Alguna vez te has sentado en una reunión de alto nivel y pensado que estás escuchando a un político en pleno discurso legislativo?
Yo sí. Y no lo digo por despecho ni por envidia. Lo digo porque cada vez que veo cómo se toman decisiones en ciertas gerencias de grandes empresas, me recuerdan más a un congreso en campaña que a líderes reales con pies en la tierra.
La verdad incómoda es que muchas gerencias viven en una burbuja. Una burbuja donde lo importante no es resolver problemas reales, sino mantener el cargo, brillar en las presentaciones y asegurarse de que el nombre propio quede bien posicionado, aunque el mérito sea de otro. Da igual si el equipo opera con recursos rotos, si los procesos están colapsados o si los clientes se van. Lo que importa es que en la próxima junta directiva suene bonito, con gráficos limpios y resultados maquillados.
Y hablando de sonar bonito… ¿por qué ahora todo tiene que estar lleno de palabrería hueca? Innovación disruptiva, sinergia escalable, transformación 4.0, liderazgo ágil… Jajajajaa, en serio, a veces me dan ganas de pedir un traductor del inglés corporativo al español real.
Porque mientras algunos repiten frases de manuales de management sin aplicarlas, hay equipos en el día a día que resuelven con creatividad, con esfuerzo, con poco reconocimiento. Y cuando algo sale bien, adivina quién aparece en la foto del logro: el que nunca estuvo en la trinchera.
Este desfase no es solo incómodo. Es peligroso. Porque cuando la cúpula está tan desconectada, los errores sistémicos no se ven hasta que ya es tarde. Hasta que el presupuesto estalla, el talento se va, y la empresa empieza a cojear sin entender por qué.
No se trata de tirar abajo a los líderes. Se trata de exigirles que lideren de verdad. Que bajen del escenario, que escuchen, que se ensucien las manos. Que dejen de actuar como diputados en busca de votos y empiecen a comportarse como responsables de un presente real, no de una narrativa inflada.
Porque al final, las empresas no se construyen con PowerPoints perfectos. Se construyen con gente que trabaja, con decisiones honestas y con liderazgo auténtico.
¿O acaso creemos que con más jerga y menos sustancia vamos a salvar el barco?
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