Cuando pasas más tiempo explicando tu trabajo que haciendo tu trabajo… algo huele mal
¿Alguna vez has notado que, en ciertas empresas, los equipos pasan más tiempo justificando lo que hacen que realmente hacerlo? No hablo de presentaciones ocasionales ni de alinear expectativas. Me refiero a esa rutina agotadora de tener que demostrar, una y otra vez, que tu rol tiene sentido, que tus entregas valen la pena, o que tu existencia no es un gasto prescindible.
Si esto te suena familiar, quizás no es porque tus jefes sean especialmente desconfiados. Quizás es porque lo que haces no está generando el impacto que debería… o porque el sistema en el que operas está más preocupado de aparentar que de funcionar.
Tomemos un ejemplo práctico: un equipo de data science que, tras meses de desarrollo, lanza un modelo predictivo que nadie usa. En lugar de cuestionar la utilidad real del proyecto, se organizan reuniones para “comunicar mejor el valor del modelo”. Pero si el modelo resolviera un problema real, no necesitaría una campaña de marketing interna. Resolvería, y punto.
Otro caso: un área de experiencia de usuario que diseña flujos impecables… que luego son ignorados por producto porque “no encajan con la hoja de ruta”. En vez de replantear la colaboración entre disciplinas, se culpa a la “falta de cultura UX”. Pero si el diseño aportara valor tangible al negocio, la cultura se adaptaría sola. Las organizaciones no resisten lo que les da resultados.
El problema no siempre está en la calidad del trabajo, sino en la desconexión entre esfuerzo y resultado. Y cuando esa brecha se normaliza, lo que se defiende no es el trabajo, sino la ilusión de que sigue siendo relevante.
Peor aún: muchas veces, defender en exceso tu rol se convierte en una estrategia de supervivencia en entornos donde lo técnico cede ante lo político. Entonces, en lugar de mejorar procesos, perfeccionamos discursos. En vez de entregar valor, afinamos narrativas para que parezca que lo hicimos.
No se trata de culpar a quienes están en esas trincheras. Muchos lo hacen con profesionalismo y buena fe. Pero sí es hora de preguntarnos: ¿estamos construyendo soluciones o justificaciones?
Si tu mayor logro del mes es haber convencido a alguien de que tu trabajo importa… quizás es momento de repensar no solo cómo trabajas, sino para quién — y para qué.
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