
Cuando se premia la cultura del avanzar por sobre hacerlo bien, se crean vicios peligrosísimos en el ciclo de un proyecto
Vivimos en una era donde los indicadores de avance —como los burn-down charts, las fechas cumplidas o las tareas marcadas como “done”, se valoran más que la calidad real del trabajo.
¿Y cuál es el problema con eso?
Que cuando lo que se premia es simplemente “moverse”, muchas veces nos estamos moviendo en la dirección equivocada.
Se instala una mentalidad donde lo importante es “entregar algo”, sin importar si ese algo está bien pensado, bien diseñado o incluso si cumple con lo que realmente necesita el usuario.
Así es como nacen los parches rápidos, las deudas técnicas eternas, los re-trabajos costosos y la frase más temida en cualquier equipo:
“Lo hicimos apurados, pero igual va a producción.”
Este enfoque tóxico no solo afecta al producto. Desgasta a los equipos, genera frustración en los stakeholders y termina encareciendo lo que inicialmente se quiso “hacer rápido y barato”.
No se trata de ir lento. Se trata de avanzar con intención, con criterio, con fundamentos sólidos.
Porque un proyecto exitoso no es el que llega primero, sino el que llega bien y sostiene su valor en el tiempo.
⚠️ Avanzar sin pensar es solo correr en círculos.
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