
¿Deberías poner tu nacionalidad en tu perfil profesional?
La respuesta no es tan simple como crees
Hoy en día muchos profesionales incluyen su nacionalidad en sus perfiles de LinkedIn como si fuera un logro, un distintivo de identidad o incluso una garantía de valor. Pero ¿realmente ayuda? ¿O más bien limita?
Hablemos claro: tu nacionalidad no define tu competencia, pero sí puede activar sesgos —positivos o negativos— en quien te evalúa. Y eso ya es un problema.
Pero aún más interesante: la forma en que ejercemos nuestra profesión está profundamente marcada por nuestro entorno cultural, y eso no lo puedes ocultar aunque borres tu banderita.
Tomemos a Chile. En muchos sectores corporativos, especialmente en banca o grandes empresas tradicionales, el hombre con corbata sigue siendo sinónimo de seriedad. Es un ritual casi religioso. Pero en países como Suecia o Canadá, ese mismo traje puede pasar por anticuado, poco práctico o incluso elitista. Allá prima la funcionalidad, la horizontalidad. ¿Quién tiene razón? Nadie. Ambos responden a una cultura distinta.
En Argentina, por ejemplo, hay una habilidad casi innata para venderse. No es casualidad. Es cultura. Desde que eres chico te enseñan a negociar, a sobrevivir con poco, a destacar en medio del ruido. Esa hipercompetitividad se traslada al entorno profesional: el argentino promedio en ventas o emprendimiento sabe cómo posicionarse, cómo conectar, cómo cerrar. No siempre con sustancia, pero sí con impacto.
En Brasil, en cambio, el networking es más relacional, más cálido. El trato profesional no se separa del trato humano. Si no pasas tiempo charlando del clima, de fútbol o de la familia antes de hablar de negocios, puedes parecer frío, distante. En Alemania, eso sería una pérdida de tiempo. Allá entran al punto, con datos, precisión, eficiencia. La emoción sobra.
Y esto se refleja incluso en las ingenierías.
Un ingeniero formado en Japón piensa en sistemas, en procesos, en mejora continua. La excelencia operativa es su religión.
Uno egresado en Estados Unidos, en cambio, suele estar orientado a escalar rápido, a innovar, a pivotear. El riesgo no lo paraliza, lo motiva.
En India, la formación técnica es intensiva, teórica, con énfasis en resolver problemas con recursos limitados.
En Francia, el enfoque es más teórico, abstracto, casi filosófico. La elegancia del diseño importa tanto como la funcionalidad.
¿Quién está mejor preparado? Depende del contexto.
¿Quién es más valioso? El que sabe adaptarse.
Entonces, ¿por qué insistimos en etiquetarnos por nacionalidad como si eso dijera algo definitivo sobre nuestro talento?
Sí, nuestras raíces influyen. Pero el mundo profesional globalizado ya no se mueve por pasaportes, sino por resultados, adaptabilidad y mentalidad.
Si pones tu nacionalidad en tu perfil, pregúntate:
¿Lo haces por orgullo… o por pretexto?
¿Estás celebrando tu origen… o justificando un estilo que no evoluciona?
Porque al final, lo que importa no es de dónde vienes, sino hacia dónde estás yendo.
Y si tu cultura te da ventajas, úsalas.
Pero no las uses como excusa cuando te quedas atrás.
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