El cómo conduces tu auto, nos muestra cómo es tu verdadera forma de ver la vida y respetar a los demás

A mis 45 años, nunca he manejado un auto. No porque no pueda, ni por miedo mecánico. Lo que me frena no es la tecnología, es la humanidad.

Cada vez que observo cómo alguien conduce, veo un espejo descarnado de su ética, su empatía y su sentido de responsabilidad. La forma en que un conductor se comporta tras el volante no es solo una cuestión de tránsito: es una radiografía de cómo enfrenta la vida.

¿Te has fijado en cómo cambia la gente cuando enciende el motor? De repente, se sienten reyes de la vía. El claxon es su cetro, la pista su feudo. Un semáforo en rojo es una sugerencia, no una regla. Un peatón en la senda peatonal es un obstáculo, no un ser humano con derecho a cruzar. Y si alguien se les adelanta, es una ofensa personal.

Este comportamiento no queda encerrado en el auto. Lo traen al trabajo.

Hoy en día veo en el entorno laboral la misma actitud: prepotencia disfrazada de productividad, ínfulas de superioridad vendidas como liderazgo, y la constante sensación de que mis urgencias son más importantes que las tuyas.

Es el mismo tipo de persona que se pasa el semáforo en rojo porque “va con prisa” y luego exige que su reunión comience puntual aunque él llegue tarde. Es quien no respeta el espacio de los demás en la carretera y tampoco lo hace en la sala de juntas.

El auto, para muchos, se convierte en una burbuja de impunidad. Una armadura de metal que les da coraje para ignorar normas, saltarse colas y tratar a los demás como tráfico.

Yo prefiero caminar. Tomar el micro. Sí, incluso en Viña del Mar. Aunque el caos vial a veces parezca una película de acción sin guion, al menos desde ese asiento de pasajero veo con claridad lo que muchos conductores niegan: que la convivencia no se negocia, se practica.

No tener licencia no es una limitación. Es una elección. Una declaración de que no quiero formar parte de una cultura donde el poder del motor anula el respeto por el otro.

Y si eso suena incómodo, mejor. A veces el progreso empieza con una incomodidad necesaria.

#CulturaDelRespeto #Convivencia #LiderazgoReal #EmpatíaEnLaCotidianidad #TráficoYComportamiento #ÉticaEnElDíaADía #SinLicenciaYPorElección #ViñaDelMarEnMicro #GestiónHumana #ReflexiónLaboral

Deja tu comentario

Su dirección de correo electrónico no será publicada.

0 Comentarios

Suscríbete

Sígueme