El Inglés Ya No Es Opcional: Es Tu Pasaporte Técnico
Hace unos días, mientras revisaba una nueva oferta de trabajo en una plataforma internacional, me detuve en un requisito que ya no sorprende, pero que sigue generando incomodidad: “Fluency in English required”. No era una posición en Silicon Valley ni en una startup de Londres. Era un rol remoto, con horario flexible, para una empresa que ni siquiera tenía oficinas fuera de Europa. Y aun así, el inglés no era un “plus”. Era una puerta cerrada con llave para quienes no lo dominan.
No es nuevo. Pero sí es urgente.
En el ecosistema de la informática, el talento técnico sigue siendo la moneda de cambio más valiosa. Saber diseñar una arquitectura escalable, depurar un sistema distribuido o implementar un modelo de lenguaje eficiente no es algo que cualquiera pueda hacer. Pero aquí está el giro incómodo: hoy, ser un excelente programador ya no basta. Porque si no puedes explicar tu solución en inglés, si no puedes discutir un requerimiento con un product owner en Toronto o responder una pregunta técnica en una entrevista con un CTO en Singapur, tu talento se queda encerrado en una burbuja lingüística.
Y no hablo de certificaciones. No se trata de presumir un IELTS con puntaje perfecto ni de citar a Shakespeare en una reunión de sprint planning. Se trata de poder comunicarte. De entender un correo técnico sin recurrir al traductor cada dos líneas. De sostener una llamada de Zoom sin que el silencio incómodo reemplace tus ideas. Porque en este mercado globalizado, la tecnología viaja en inglés. Los frameworks, la documentación, los foros, las conferencias, los pull requests en GitHub… todo está en inglés. Incluso cuando el equipo es 100% hispanohablante, muchas veces el stack técnico viene envuelto en términos y convenciones anglosajonas.
Esto no es una crítica al idioma. Es una constatación del terreno de juego.
Tomemos dos ejemplos reales, aunque con nombres ficticios.
Marcelo, un desarrollador backend con más de diez años de experiencia en sistemas bancarios en Santiago, postuló a una consultoría internacional que buscaba optimizar APIs para clientes en Norteamérica. Su perfil técnico era impecable: dominaba Kafka, tenía experiencia en entornos cloud y había liderado migraciones complejas. Pero en la entrevista final, cuando le pidieron explicar su enfoque en inglés, se trabó. No por falta de conocimiento, sino por no haber practicado el idioma en años. Perdió la oportunidad. No por su código, sino por su vocabulario.
Por otro lado, Lucía, una ingeniera de datos junior de Medellín, decidió hace dos años dedicar una hora diaria a practicar inglés técnico. No tomó un curso caro ni se mudó al extranjero. Simplemente leyó documentación en inglés, participó en comunidades en Reddit y Stack Overflow, y se atrevió a grabar videos cortos explicando conceptos de machine learning… en inglés. Hoy trabaja remoto para una startup en Austin. Su salario triplicó el promedio local. No porque sea la mejor del mundo en su campo, sino porque supo cruzar la barrera del idioma sin esperar permiso.
¿Justo? No necesariamente. ¿Real? Absolutamente.
Y aquí viene la parte que muchos prefieren ignorar: el inglés ya no es solo una herramienta de comunicación. Es un filtro de oportunidades. Una especie de pasaporte invisible que decide si tu talento puede competir a nivel global o si se queda atrapado en un mercado local con techos salariales, menos innovación y menor exposición a buenas prácticas.
Algunos dirán que esto refuerza desigualdades. Que no todos tienen acceso a una buena educación en inglés. Y tienen razón. Pero también es cierto que nunca ha sido tan accesible aprenderlo. Hay podcasts gratuitos, canales de YouTube con explicaciones técnicas en inglés, comunidades en Discord donde se practica sin vergüenza. El recurso ya no es el problema. La actitud sí lo es.
Por eso, me he puesto una meta personal: en 2026 lanzaré mi primer curso en inglés. No porque quiera sonar más “internacional”, sino porque quiero que mi conocimiento trascienda fronteras lingüísticas. Ya estoy invirtiendo horas en mejorar mi pronunciación, en escribir documentación técnica en inglés, en simular entrevistas con nativos. No es fácil. Pero sé que si quiero que mi trabajo impacte más allá de mi zona horaria, debo hablar el idioma en el que se construye el futuro digital.
No se trata de abandonar el español ni de menospreciar nuestras raíces. Se trata de entender que en un mundo donde el código es universal, la comunicación no lo es. Y si queremos que nuestro código —y nuestras ideas— sean escuchados, necesitamos hablar el idioma del ecosistema en el que viven.
Ignorar esta realidad no nos protege. Solo nos limita.
Así que, si eres técnico, si vives de resolver problemas complejos con lógica y creatividad, pregúntate: ¿estoy dispuesto a que mi carrera dependa del idioma en el que nací… o quiero que dependa del valor que aporto?
La respuesta define no solo tu próximo empleo, sino tu alcance como profesional.
#InglésTécnico #MercadoGlobal #DesarrolloProfesional #Programación #CarreraTech #AprendizajeContinuo #Tecnología #Remoto #Innovación #EducaciónTecnológica
Deja tu comentario
Su dirección de correo electrónico no será publicada.
0 Comentarios