
¿Eres un líder narciso?
Hoy en día abundan los títulos, las tarjetas de presentación con múltiples cargos y los perfiles de LinkedIn repletos de logros espectaculares. Pero detrás de tantas palabras bonitas, hay una pregunta incómoda que pocos se atreven a hacer: ¿de verdad estás liderando… o solo alimentando tu ego?
El liderazgo no se mide por cuántos seguidores tienes en redes, cuántos discursos motivacionales das o cuántas veces dices “mi equipo” en una reunión. Se mide por lo que tu equipo logra cuando tú no estás en la sala. Y si eso suena raro para ti, tal vez deberías mirarte al espejo con un poco más de honestidad.
El narcisismo en el liderazgo no siempre llega con capa de villano. A veces se disfraza de carisma, de seguridad extrema, de “visión clara”. Pero cuando un líder pone sus necesidades por encima del crecimiento de su equipo, cuando se lleva el crédito de los éxitos ajenos, cuando castiga el desacuerdo y exige lealtad ciega, no está liderando: está construyendo un culto.
Y el precio lo pagan los que trabajan bajo su sombra. Agotamiento emocional. Rotación de talento. Innovación asfixiada. Culturas tóxicas que se normalizan porque “así son las cosas”.
Peor aún: los líderes narcisistas muchas veces no se dan cuenta. Están tan rodeados de gente que asiente, que ríe sus malos chistes y que aplaude sus decisiones, que pierden contacto con la realidad. La burbuja se vuelve su verdad. Y dentro de esa burbuja, no hay espacio para el crecimiento, solo para la repetición del mismo discurso vacío.
El verdadero liderazgo no es sobre ti. Es sobre los demás. Es crear entornos donde otros puedan brillar, equivocarse, crecer y superarte. Es escuchar más de lo que hablas. Es reconocer que no tienes todas las respuestas. Es tener el coraje de preguntar: ¿cómo puedo mejorar?
Si tu liderazgo depende de que todos te admiren, entonces no estás liderando. Estás actuando.
Y si nunca has recibido un feedback honesto, si nadie te ha dicho algo incómodo en los últimos seis meses, quizás tu entorno no es seguro… o quizás tú no eres alguien a quien puedan decirle la verdad.
Reflexiona. Pregúntale a tu equipo —de verdad— cómo les haces sentir. Escucha sin justificarte. Y si lo que escuchas duele, no lo tomes como un ataque, sino como una oportunidad.
Porque el mejor líder no es el que más brilla, sino el que más potencia.
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