Seamos proactivos, pero no nos saltemos los cargos

En muchos entornos laborales se valora, con justa razón, la proactividad. Ser una persona que se anticipa a los problemas, que planifica con anticipación, que toma la iniciativa sin esperar instrucciones, es sin duda una cualidad poderosa.

La proactividad te permite enfrentar los desafíos de tu rol con mayor preparación. Te da una ventaja para resolver problemas antes de que escalen y te ayuda a construir una visión más amplia de tu trabajo y su impacto. Es una excelente manera de crecer profesionalmente y de generar confianza en tu equipo.

Pero ojo: ser proactivo no significa hacer el trabajo de otros.

Hay una línea muy delgada entre anticiparse y intervenir en la gestión de otros equipos o roles. Y cruzarla, aunque sea con buenas intenciones, puede terminar entorpeciendo más que ayudando.

A veces, en el afán de “avanzar” o “destrabar”, podemos pasar por alto que cada cargo existe por una razón. Cada persona tiene responsabilidades y tiempos que deben ser respetados. La proactividad mal enfocada puede generar tensiones, duplicidad de esfuerzos o incluso errores, sobre todo cuando no se tiene toda la información del contexto ajeno.

También es importante recordar que, en muchos casos, los resultados que entregamos dependen de otras áreas. Por más que planifiquemos, siempre habrá variables que se escapan de nuestro control. Ahí es donde también entra en juego la colaboración, la comunicación y la empatía con otros equipos.

Así que sí: seamos proactivos, planifiquemos, anticipémonos. Pero también seamos respetuosos de los roles, de los tiempos y de los procesos. El equilibrio entre iniciativa y respeto organizacional es clave para lograr resultados sostenibles y relaciones laborales sanas.


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