Ser influencer no es solo tener seguidores

En algún momento, la palabra “influencer” perdió su verdadero significado.

Hoy, se confunde influencia con popularidad, impacto con alcance, y propósito con entretenimiento. Para muchos, tener seguidores ya es sinónimo de éxito. Pero lo preocupante no es solo esa confusión… lo preocupante es lo que está generando.

Entre adolescentes, se escucha frases como:
“Te trataré dependiendo de cuántos seguidores tengas.”
Sí, así de crudo. Así de superficial. Así de vacío.

Vivimos en una era donde muchas personas creen que por tener seguidores ya son famosas, que su existencia es un aporte a la sociedad solo por aparecer en una pantalla. Algunos incluso sienten que sus seguidores “les deben” algo: apoyo incondicional, compras, fidelidad, reconocimiento. Como si el simple hecho de ser visto validara cualquier actitud.

Muchos influencers están confundiendo la falsa fama con una obligación moral de la sociedad por reconocerlos. Y peor aún: se está volviendo común que estos seudo influencers usen a su audiencia para generar ingresos, apelando a una conexión emocional que no es más que un producto cuidadosamente diseñado. Una relación falsa, que simula cercanía pero solo busca rentabilidad.

Las marcas también están entrando en este juego. Usan a estos perfiles para promocionar productos y servicios, sin importar si el mensaje es real o responsable. Lo que podría ser una herramienta poderosa, termina siendo un arma de doble filo. Se genera consumo desmedido, expectativas irreales y una validación externa que nunca se alcanza del todo.

¿Y el contenido con propósito? ¿Y el discurso moral? ¿Y las luchas ideológicas que inundan las redes? Todo eso se diluye cuando el algoritmo no lo favorece. Porque si las redes no lo premian, pareciera que deja de importar. Esa es la mayor evidencia de que mucho del mensaje es frágil. Porque no se sostiene sin aplausos.


Ser influencer no es tener una audiencia, es tener una causa.
No es tener likes, es tener criterio.
No es decir lo que todos quieren oír, es tener el coraje de decir lo que hace falta.

La sociedad necesita menos creadores de contenido y más creadores de conciencia.
Menos filtros, más verdad.
Menos números, más impacto real.

Porque mientras sigamos premiando el ruido sobre la profundidad, vamos a seguir en caída libre. Y no se trata de cancelar a nadie. Se trata de despertar.

Deja tu comentario

Su dirección de correo electrónico no será publicada.

0 Comentarios

Suscríbete

Sígueme