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Si tu equipo te respeta porque te teme y no porque te cree, algo no va bien

El miedo puede generar obediencia, sí.
Pero no compromiso, no confianza, y mucho menos innovación.

Cuando lideras desde el temor, puedes obtener resultados a corto plazo. Pero en el mediano y largo plazo, tu equipo se contamina de incertidumbre, de silencio, de desconfianza. Y ahí tienes una red flag que no puedes ignorar: estás generando un entorno inseguro donde nadie se atreve a cuestionar, proponer o asumir.

Un equipo necesita estructura, sí, pero también claridad.
Cuando no generas condiciones claras para la gestión, la gente empieza a operar desde la duda.
Por eso: deja constancia de acuerdos, procedimientos, tareas.
Frederick Taylor, pionero de la administración científica, lo dijo hace más de un siglo:

“Todas las normas y acuerdos deben estar por escrito.”

Y sigue siendo cierto hoy más que nunca.

Además, si te descubres preguntándole constantemente a alguien “¿En qué estás?”, “¿Por qué no hiciste esto?”, es probable que el problema no sea esa persona… sino la falta de precisión en tus instrucciones o la ausencia de un marco de trabajo claro.

En cuanto al reconocimiento: regaña en privado, y felicita en público.
Pero cuidado, porque las felicitaciones por sí solas son solo palabras de buena crianza, que no siempre aportan.
Hay maneras más efectivas de valorar el buen trabajo:

• Toma esas buenas gestiones como ejemplo para otros.

• Deja precedentes en base a ellas.

• Dales visibilidad real frente al resto del equipo.

La autoridad no se grita. Se demuestra.

Un buen líder no necesita infundir miedo para ser escuchado.
Necesita claridad, coherencia y credibilidad.
Necesita estar presente, ser justo y sostener sus decisiones con argumentos.

El respeto que se basa en el miedo es frágil.
El que se basa en la confianza, permanece.

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